Los encierros de Cuéllar son conocidos como «los más antiguos de España». Ya en 1215 se fijaba por escrito en un documento eclesiástico la prohibición de que los clérigos asistieran a «los juegos con toros». A partir de entonces se cita frecuentemente la costumbre de correr los toros principalmente por San Juan o en celebraciones importantes. En las ordenanzas de la villa de 1499 se alude expresamente a los encierros de toros, eximiendo de toda multa o reparación por los daños que causaran los toros en su recorrido. Los encierros han sido declarados Fiestas de Interés Turístico Nacional y Patrimonio Cultural Inmaterial de los Cuellaranos. En la actualidad se corren cinco encierros a partir del último domingo de agosto, hecho que marca sin duda el devenir de la vida de los cuellaranos.
El encierro comienza a las 8 de la mañana con «La Suelta» desde los corrales situados junto al puente Segoviano del río Cega en el pinar. Sin duda uno de los momentos más especiales y peligrosos del encierro en el que los más valientes esperan la salida de los astados junto a las puertas, mientras otros buscan un lugar seguro para verlo. Con la apertura de las puertas se produce la salida de toros y cabestros en una polvorienta estampida que envuelve gritos, miedo, adrenalina, nervios. La manada es recogida por los caballistas, quienes serán los encargados de conducir el ganado en esta parte del encierro.
Con la manada controlada comienza su lento traslado por pinares y tierra de labor hasta su posterior entrada en las calles del pueblo. Toros y caballos se funden en una perfecta armonía junto a la belleza de los paisajes, que en este primer tramo cruzarán los pinares que rodean Cuéllar. A través de un puente sobre el arroyo Cerquilla la manada se deja atrás el abrigo del pinar para asomarse a los páramos, rastrojos y barbechos de los campos de labor. Con tranquilidad se asciende hasta el Descansadero. Es la calma que precede a la tormenta, ya que momentos después los caballistas guiarán los novillos hacia “el Embudo”, unión del recorrido por el campo con el recorrido urbano, donde se producen las primeras carreras a la vez que se oyen los últimos trotes de los caballos.
En las calles crece la inquietud. Todo el mundo conoce las dificultades del traslado por el campo y cómo llegará el encierro es toda un incógnita que acrecienta la tensión por la llegada del momento en el que los mozos se enfrenen a las astas de los toros. Algunos hacen la espera más liviana con el Baile de la Rueda que se desarrolla al son de dulzaina y tamboril por el recorrido del encierro; mientras,…. en otro punto del recorrido, el aguardiente del tío Ratón y unas pastas ayudan a entonar el cuerpo en la fresca mañana. Se acercan las 9:30 h., los corredores toman posiciones, el nerviosismo va creciendo, todos están ya preparados y atentos mientras los participantes del baile de rueda hacen los amaguillos, simulando la llegada del encierro, lo que incrementa la tensión.
Instantes previos a las 9.30 asoman por lo alto del cerro la silueta de toros y caballos que comenzarán el descenso. Al principio con tranquilidad, luego los primeros trotes darán lugar al estruendoso galope con el que los caballistas aprieten a los toros en una veloz carrera, para que ninguno de ellos se desvíe y cumpliendo así su cometido de introducir los astados hasta el casco urbano. Llega el momento de los corredores que impacientes esperan la llegada del encierro para poder realizar sus carreras.
¡Ya los tenemos aquí! El encierro llega a las calles. El ruido de los cascos de los caballos, que terminan su cometido, es ahogado por los gritos de la gente. De pronto, al fondo de la calle empieza a verse movimiento, cada vez más rápido y, de repente, aparece la manada con los toros, las carreras, los sustos, la excitación…
El gentío da paso a los corredores, al alboroto, al griterío, a las carreras; la espera se transforma en multitud de sensaciones, hay que apretar la carrera para una vez superados por los toros hacerse a un lado y dejar a otros corredores, a otras carreras. Todo dura tan sólo unos segundos, el encierro ha pasado como un suspiro, un momento de magia, que bien merece la espera de todo un año. El Embudo, la Resina, donde las carreras son más rápidas; los Coches, las Parras, donde se producen las carreras más bellas y más arriesgadas; los Paseos y la avenida de Los Toros, donde con una carrera más lenta de los toros permite lucirse a los corredores… el encierro continua provocando excitación y griterío, miedo y satisfacción, para una vez realizadas todas las carreras terminar en la plaza de Toros. En ocasiones se queda algún toro, lo que además de aumentar la peligrosidad del encierro aumenta también la excitación y la diversión tanto de los corredores como de los espectadores.
Cada corredor tiene su carrera, tiene sus momentos, sensaciones, sus percances,… que posteriormente se comentarán en los corrillos que se forman tras el paso de los toros, en los que unos y otros intercambian opiniones esperando ya la llegada de un nuevo encierro.